Desde pequeño me fascina mirar el cielo de noche, adivinar las constelaciones y observar las estrellas. Alguien dijo alguna vez que nuestro destino está escrito en ellas. Yo tenía un amigo, en el sur de Italia, que todas las noches con su telescopio buscaba respuestas en el cielo. Me repetía que su mente estaba llena de interrogantes. Buscaba ese cielo estrellado de hacía millones años porque quería conocer el inicio del universo. Hace tiempo que murió y me gusta pensar que, probablemente, se encuentra en algún lugar de ese cielo que tanto contempló y que ahora por fin conocerá todas las repuestas a sus preguntas. De su amistad me quedan muchos momentos apacibles, muchas charlas interesantes y sobre todo me queda la costumbre de esa mirada diaria, cuando bajan las sombras del atardecer, a la primera estrella de la noche. Lorenzo me enseñó a buscarla, a contemplarla, también a dejarme transportar en un extraordinario y apasionante viaje dentro de los confines del universo, desafiando el conocimiento humano, preguntándome qué hay más allá. Todas las noches Venus sigue recordándome la curiosidad insaciable de Lorenzo y de tantos otros científicos que escudriñan el cielo para saber más sobre la tierra. Lorenzo me enseñó también que esa “estrella” luminosa que tanto me gustaba no era una estrella, sino un planeta, el segundo objeto más brillante del firmamento. Cantaba a menudo una cancioncilla de algun autor italiano: “Abito nel cielo, dall’altra parte della luna/ Dove volano i sogni in cerca di fortuna/ Accendere le stelle è questo il mio mestiere/ Io di notte faccio… lo stelliere”. A mí también me gustaría hacer el cultivador de estrellas… Por ahora me contento de mirarlas repitiendo con el principito de Antoine de Saint-Exupéry: “Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que, algún día, cada uno pueda encontrar la suya”.
El video es de otro amigo, que ya no está entre nosotros: Tico da Costa