Recientemente he leído unas declaraciones de la cantante Madonna donde decía que no deja ver la TV a sus hijos. Y estas palabras me llamaron la atención porque coincidían en algunos términos con el contenido de la carta que una lectora me había escrito para agradecerme el artículo que publiqué en la edición anterior sobre los problemas de la educación y los actos de violencia que se están dando en algunos centros educativos. Esta lectora usaba términos muy duros para hablar de la televisión actual, acusándola del origen de muchos males y llegando a decir que “es la peor cosa que se haya inventado jamás, mata la experiencia directa, apaga la creatividad y da respuestas sin que nos hagamos preguntas y por tanto modela el cerebro como quiere, sin pedirnos permiso”. Este “canguro barato” para los niños, como lo denominaba esta lectora, con sus contenidos burdos, violencia física y verbal, comentarios obscenos y un sinfín más de despropósitos, terminan por confundir el modo de relacionarse con los demás y desde luego no ayudan a aprender cómo ser buenas personas, ciudadanos honrados. Probablemente nuestra lectora no se refería a toda la televisión, -quedan espacios que sin duda son interesantes- sino que se refería a esa programación que explota el sensacionalismo, el morbo y el escándalo y que tanto abunda y tanto daño produce a las personas. Donde se demuestra que la tele es un negocio, incluso la pública. Lo que interesa es incrementar los beneficios publicitarios aunque sea a costa de que el repertorio sea la apoteosis de la grosería y de la vulgaridad.

De quién es la responsabilidad, se preguntan muchos. ¿De las cadenas privadas y públicas? ¿De los gobiernos autonómicos o central? ¿De los anunciantes? La pelota va de un tejado a otro y al final cae en las manos del ciudadano, al que acusan de demandar ese tipo de programación ya que el poder que le concede el mando a distancia lo hace capaz de modelar la parrilla de las cadenas televisivas. Sea de quien sea la culpa, es necesario abordar las reformas televisivas para proteger a niños y menos niños. Es urgente plantear en la sociedad a todos los niveles una consideración cultural del fenómeno comunicativo que conlleve, entre otras cosas, que en la planificación educativa se incluyan contenidos encaminados a formar a los niños y a los jóvenes en el uso responsable de los medios. A los padres sólo les queda un recurso: eliminarla, no comprarla o echarle un cerrojazo. Todavía sigue siendo más saludable jugar a la pelota, montar en bicicleta o incluso jugar con el scalextric.

por @mbellido

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