Llevo varios días pensando qué podría desear para el nuevo año. 2016 va a nacer en España arrastrando problemas muy serios que están perturbando emocionalmente a la mayoría sensata de los españoles; creando, además, un clima de inseguridad que no beneficia, ni a la economía, ni  a la creación de empleo, ni a otros avances esenciales para nuestro progreso y posicionamiento internacional. Es una especie de patología social que presenta síntomas similares a los que los médicos diagnostican en pacientes que han perdido sus defensas.

En los últimos años, una minoría de corruptos, ha colaborado para arrastrar ante la opinión pública a los partidos políticos y a las instituciones al mayor descrédito que podíamos imaginar. Algunos medios de comunicación, también  han alimentado y amplificado ese tumor,  de tal manera, que era imposible preguntar a la gente cuál era el principal problema de España sin que respondieran otra cosa que la corrupción política. Esos  mismos medios de comunicación se encargaron de repetir, una y otra vez, que el bipartidismo era malo y lo peor para España, sin explicar el motivo, mientras al mismo tiempo daban alas al populismo de Pablo Iglesias y compañías radicales. Esos mismos medios también colaboraron  intensamente, en los últimos años, en demonizar bandera, himno  y símbolos de la unidad de España.  La sensación que al final tenían muchos españoles, después de semejantes bombardeos, es que en España no había democracia, que nuestra economía era tercermundista, que la crisis la había traído el Partido Popular, que la Constitución no servía ya y  que era normal que Cataluña se quisiera separar de España. La  consecuencia ha sido una  ruptura del tejido comunitario, una vuelta a las dos Españas, la pérdida o debilitamiento del altruismo y la solidaridad, el aumento de la agresividad y el rencor,  el abuso emocional social de los de la “memoria histórica”,  sacando en procesión una  guerra civil y una dictadura que ya todos habíamos olvidado, la irrupción de conductas populistas e independentistas y una relegación de los valores y de la cultura que siempre habían impulsado nuestro progreso.

Los españoles venimos arrastrando desde hace mucho tiempo pesadumbre espiritual, angustia, abatimiento -que roza el masoquismo- y una violencia contra nosotros mismos que no quiere reconocer los logros y las virtudes de este pueblo; una nación que siempre ha sido grande cuando se lo ha propuesto.

España hoy sufre la orfandad que nos produce no contar con referentes fuertes o sabios, personas virtuosas y admirables. Hay mucho postureo, mucho falso carisma y poco liderazgo.  Hay mucho egoísmo en los líderes políticos y en los partidos y poco interés real por el bien común.  Sin ir más lejos,  cantan los ejemplos de Artur Mas, que sigue arrastrándose ante la CUP con tal de ser presidente, o el de Pedro Sánchez que después de haber protagonizado la mayor debacle del PSOE, está dispuesto a conceder lo que sea a Podemos y a todos los partidos que le haga falta,  por muy distantes que estén en sus planteamientos políticos, con tal de llegar a la Moncloa. ¡De vergüenza! Personajes como estos son un verdadero  obstáculo para la convivencia social y para el desarrollo y progreso de España.

A este punto creo que, aunque sin muchas esperanzas, pediré para 2016 que los españoles,  y a la cabeza los políticos decentes, logremos bucear en nuestra memoria colectiva en busca de reparaciones y reencuentros, de valores que nos unan y de ganas de dejar a un lado los propios intereses y pensar algo más en nuestra querida España

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com