Estar capacitado para la oposición no significa estar capacitado para dirigir un país y, si para algunos es muy ilusionante  creerse que lo podría hacer, es ridículo creérselo cuando ni siquiera se sabe dirigir el propio discurso. Hoy en el debate sobre el estado de la Nación, alguno ha comenzado su intervención, duro y contundente: «Este no es un debate más, porque el estado de la Nación es crítico». «Muchos españoles nos miran con desconfianza, esperan más de nosotros, esperan que hagamos mejor nuestro trabajo». Sin embargo, a continuación, su discurso ha desmentido la intención, su discurso se ha llenado de frases envenenadas y no organizadas, de una retahíla sin línea ni espesor, sin datos, sin propuestas concretas y lleno de contradicciones.

El mayor enemigo para hacer creíble planes de prosperidad, de desarrollo y progreso son los excesos de demagogia amenazante.  Las críticas más cáusticas, las quejas más sinceras, las predicciones más funestas, los propósitos de acción, en la oratoria de un político, para ser creíbles, tienen que sustentarse en hechos, en realidades, en alternativas no en eslóganes. Un eslogan es sencillamente una frase corta, que se puede recordar fácilmente, que se usa para vender un producto o para aconsejar a la población sobre algo. Nada más. Para hacer que los ciudadanos depositen la confianza en un político los eslóganes no sirven ya, aunque intenten manipular el sentimiento de la gente. De eslóganes los españoles están cansados y aunque se repitan una y otra vez  levantando la voz caen en saco roto.

La demagogia es flor incontenible borrascosa y nauseabunda y la de muchos  supuestos dirigentes políticos son  interminables temporales de intemperancias desenfrenadas. Cuando un discurso como el que hoy hemos escuchados contiene estos puntos cardinales: «Vivimos peor ahora que hace un año», «Recesión, desempleo y desigualdad», «Todo empeorará», «Despidos fáciles y baratos» «Ustedes han expulsado a colectivos enteros de la cobertura sanitaria”, «Su concepto de educación en segregar y discriminar», «País empobrecido, población indefensa» y «Corrupción, veneno para la democracia », es lógico que a los que escuchan le surja la pregunta: ¿usted qué propone? Es ridículo creerse dirigente cuando no se dirige nada.

por @mbellido

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