Siempre estudié mucho. En los Salesianos, en el Instituto Padre Luis Coloma, cuando estudié Ciencias del Trabajo o cuando estudié Comunicación y posteriormente en mi carrera profesional.  He pasado muchas horas sobre los libros y las sigo pasando. Momentos he tenido que, trabajando de día y estudiando de noche,  he arriesgado un serio agotamiento.  Siempre ha valido la pena estudiar y estoy convencido que lo volvería a hacer.  Creo en el estudio y en las posibilidades que da a las personas de seguir un camino y emanciparse. El estudio, es también, sin duda, un ejercicio de libertad y de conquista porque nos consiente de afirmarnos y de escoger. Allí donde la educación es frágil y mal impartida, donde no se incentiva el esfuerzo y se trascurra la laboriosidad y la constancia; donde no se exige, resulta difícil eliminar la ignorancia, la superstición, la injusticia, el despotismo el “borregismo” y formas de violencia relativas al arbitrio y al fanatismo.  Andalucía ha dado muchos pasos adelante y ya no se lucha por eliminar el analfabetismo, afortunadamente. La educación hoy está al alcance de todos. El problema de la enseñanza pública en nuestra tierra, es que hay que mejorarla y  los datos del informe PISA son negativos para Andalucía y  el fracaso escolar sigue siendo una realidad dramática. De la educación aquí,  se ha hecho desgraciadamente,  un debate ideológico y se ha obviado el debate práctico y de fondo. El tema de la  Educación se ha convertido en “recortes si o recortes no” o en demagogia populista. No se habla de otra cosa y, mientras tanto, nuestros niños y jóvenes, siguen perdiendo la oportunidad de afianzarse como ciudadanos formados y preparados para afrontar los retos de la España actual, de la Europa actual y del mundo global donde vivimos.  El debate ficticio que hay en la actualidad deja fuera la necesidad real de los jóvenes,  que en la vida escolar y universitaria necesitan preparación adecuada, afianzamiento de valores y principios civiles. La escuela para los niños, tendría que ser también  formación para la vida, que no es solo trabajo, porque es también vida colectiva y social, relación con los demás seres humanos y con la parte de sociedad donde les ha tocado vivir.

La escuela tendría que ser el lugar donde se aprende a inserirse en sociedad.

Hoy, desplazándome por Sevilla en un autobús urbano, he sentido tristeza al comprobar la carencia de principios que les afea a una parte de las nuevas generaciones. Los asientos estaban todos ocupados por chicos y chicas, sentados de mala manera,  entretenidos en sus conversaciones o con sus móviles. En una de las paradas ha subido una anciana que ha permanecido de pie, sujetándose como podía a una barra del autobús. He tenido que dirigirme a un chico para que le dejara su asiento. Con pocas ganas y cara degustada se ha levantado quejándose de que la anciana no se lo había pedido. Una pena. También pensé que ciertas cosas se aprenden en familia. De mi padre que era un caballero, siempre aprendí la buena educación, la gentileza y los modales. Sin embargo, también recuerdo que don Tomas, un maestro de mis primeros años de escuela, dedicaba algunas horas a enseñarnos buenos modales; esas actitudes de buena educación, cortesía, respeto, elegancia, corrección, amabilidad y delicadeza, que contribuyen  a hacer más agradable y humana la convivencia.

¿Habremos retrocedido en algunas cosas?

por @mbellido

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