La duda es siempre un regalo que nos hacemos. Es muy lozano poner ese punto interrogativo incluso en todo aquello que siempre hemos considerado convencimiento.
Creo que la duda es una compañera indispensable de nuestra conciencia. Los sabios siempre han sostenido que es una actitud saludable, ya lo decía Manzoni: “es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error”.
Cada vez que he dudado en momentos oportunos, en esta última etapa de mi vida, he tenido la sensación de tomar una decisión inteligente: avanzaré más lentamente pero finalmente alcanzaré una nueva certeza.
Me encanta ahondar, deslizarme entre la incertidumbre. En el fondo casi todo es un misterio en esta vida y el estruendo de las ciudades y la agitación que caracteriza el deambular de nuestra sociedad actual, ahoga a menudo la voz interior de nuestra razón, espíritu y conciencia. Está en juego demasiado, para permitirse el lujo de no cuestionarse, para arriesgar el camino, dejando todo al azar de la moda y de los voceros de la política y de sus eslóganes. La duda es necesaria, como es necesaria la reflexión y el silencio. Las dudas nuestras y nuestras respuestas, pone en peligro la soberbia de los poderosos y hace disminuir la arrogancia de los “Macchiavellos” y los “Rasputines” de la política.
Me encanta esta frase de Francis Scott Fitzgerald: “Es preferible fiarse del hombre equivocado a menudo, que de quien no duda nunca

por @mbellido

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