El valor económico de las cosas

¿Después de esta crisis, qué haremos? ¿Será necesario volver a revisar los fundamentos de la economía? ¿No sería posible encontrar el verdadero valor de las cosas? Me pregunto si es justo lo que pagamos cuando vamos al supermercado. El precio de la verdura, de la fruta, de la carne o del pescado ¿es el equitativo para todos? ¿El precio de los electrodomésticos, de los coches, de la gasolina, de las casas es el real?
¿Cuál es el verdadero valor de los productos? ¿Cuánto vale una hora de trabajo? ¿Cuánto vale realmente una caja de vitaminas o antiinflamatorios? Como sería benéfico que esta crisis consiguiera poner en crisis el sentido de lo que hacemos.
Los sábados escucho a Cesar Lumbreras en la COPE, en un programa dedicado al campo. A veces compara los precios de las verduras y las frutas que se venden en las grandes superficies y el precio que se le paga al agricultor. Entre el revendedor, el importador, el transporte, el intermediario, etc., se va casi todo el montante del PVP, no más del 3% se queda para el agricultor. Cuando mejor va.
Evidentemente algo no está funcionando en este modelo de distribución y no solo tiene que ver con la agroalimentación. Si se analizan los precios de las materias primas, de los materiales, etc., el precio final que paga el consumidor está totalmente distorsionado. El mercado no estima adecuadamente y con equilibrio ni el valor del trabajo, ni las necesidades de las personas y las necesidades de las futuras generaciones. Mientras que los precios estén sujetos a principios de fórmulas gananciales y no a los valores reales, buena parte de la economía será virtual.
No pretendo ponerlo todo en discusión, sólo he querido reflexionar sobre el valor real de las cosas, sobre lo que pagamos en el mercado y sobre una crisis que, aparte de habernos dado muchos disgustos, podría hacernos recapacitar sobre la raíces de nuestro actual sistema económico.