Mi padre decía siempre que se envejece antes si no se sueña. ¡Que razón tenia! No solo se envejece antes sino que también nos empobrecemos. No soñar es no tener nada por lo que luchar y vivir. Si no soñamos y no tenemos algo por lo que estemos dispuestos a morir por conseguirlo la existencia se convierte en una rutina engañosa y triste.
No podemos consentir que nadie borre o intente neutralizar nuestros sueños, no podemos permitir que nos hagan confundir la fachada de la realidad con la realidad completa, no podemos absolutizar un presente creyendo simplonamente que este no pueda cambiar. Me atrae la testarudez de personajes como el Moisés de la Biblia que no alcanzó la Tierra Prometida de la que Dios le había hablado, pero no dejó de caminar nunca hacia ella. Me topé ayer con una frase de alguien que no solo persiguió sus sueños sino que aún sigue haciéndonos soñar. Es de Walt Disney este pensamiento: «Todos nuestros sueños pueden convertirse en realidad si tenemos el coraje de perseguirlos» Otro personaje que estudié en la Universidad y que siempre me produjo admiración fue Max Weber. Decía en uno de sus escritos, que la jaula de hierro que ha aprisionado al mundo en las mallas de una racionalización inexorable, lo encamina y lo empuja por una dirección obligatoria. Yo no creo en las direcciones obligatorias, creo que la vida es dinámica y nos va dando pistas para comprender por donde podemos caminar. En el fondo somos exploradores y los exploradores van de descubrimiento en descubrimiento y en ese constante caminar, encontrar y comprender consiguen su proeza. En el fondo se trata de liberar todas nuestras potencialidades de la cárcel de nuestro inmovilismo cobarde. Los sueños proyectan la esperanza y el futuro, sugieren metas cada vez más arduas, son la música gozosa que nos acompaña en el camino. No soñar es aprender de memoria el libro del desencanto y de las desilusiones para ofender al espíritu creador de Dios. Que bonito es soñar sabiendo que se sueña. Que bonito es soñar aunque la noche quiera ocultar la luz de la estrella que perseguimos. Como si de una oración se tratase quisiera repetir con Khalil Gibran: “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. De camino le doy la razón a Aristóteles: “La esperanza es el sueño del hombre despierto”.
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