Cuando la Unión Europea inició su largo camino, por el gran entusiasmo de los europeos y la altura intelectual y política de los padres fundadores, logró superar muchísimos obstáculos. A lo largo de estos años se ha conseguido mucho, sobre todo en el campo económico: mercado único, libre circulación de las personas, homologación de leyes y normativas, moneda única. Más de 50 años avanzando e incorporando nuevos países a los que se le concedían periodos más o menos largo de adaptación e incluso magnificas ayuda para acelerar su desarrollo y para equipararlos a esa sustancial homogeneidad económica que ya tenían los miembros fundadores. España ha sido uno de los grandes beneficiados de estas ayudas. Ahora, por la situación económica y de desempleo que atravesamos, nuestro país se puede convertir en un lastre para que este tren de la Unión pueda seguir avanzando en vías de alta velocidad. Aunque nadie desde el Gobierno cuente donde se encontraría España en la actualidad, en términos de devaluación de nuestra frágil moneda si no existiera el euro, no es difícil imaginarlo e intuir la brecha que se va abriendo entre los países lideres de la Unión Europea y nuestro país. Hace tres legislaturas éramos el país que más creaba empleo, ahora somos el país que máas empleo destruye. La crisis económica internacional tendrá algo que ver. Zapatero, su negación de la crisis desde el primer momento y su nula política económica después, tienen mucho que ver.
El peso que el gobierno de España va perdiendo en la Unión Europea nos hará ir de segundones a la hora de crear una política común de defensa, inmigración, recursos energéticos o agricultura. Zapatero seguirá pensando en distribuir píldoras post cóitales, desenterrar a los muertos de la guerra civil, salvar a los amigos de Prisa o Mediapro, tomar medidas para la recapitalización de los amigos banqueros, cerrar centrales nucleares, seguir cargándose el sistema de pensiones, seguir atacando a las escuelas católicas aunque estas le hagan ahorrar 3.000 millones, etc, etc, etc. En definitiva, agarrándose como una lapa al sillón de la Moncloa, a fuerza de promesas incumplidas y asustando a la gente con “que viene el lobo”.
España tendrá que volver a encontrar su sitio. Hoy se presenta dividida en reinos de taifas, presionada y condicionada por nacionalismos que hacen de ella una torre de Babel llena de barreras internas que fragmentan el mercado nacional. Normas autonómicas dispares y segmentación del mercado interior impiden sacarle partido a un mercado amplio, nos hacen más débiles frente al exterior, lastran la economía y la creación de puestos de trabajo. La España de Zapatero ya no es un bloque único que pueda competir con el resto de países europeos que sí se presentan como naciones fuertes y con objetivos únicos. España sigue perdiendo el tiempo. Recuperar la posición perdida nos costará más.

Manuel Bellido

por @mbellido

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