Schiller, autor de la oda a “La alegría”, (último movimiento de la 9º Sinfonía de Beethoven) y hoy reconocida como himno de la Europa Comunitaria, escribió una serie de cartas, que más tarde se recogieron en un libro titulado “La educación estética del hombre”. Schiller sostenía que para que la sociedad esté equilibrada, precisa recorrer las etapas de una educación estética y ética y que, sobre ambas bases, se procederá a la educación política. Mucho antes, Platón en la “República”, enseñaba que la educación estética debe ser previa a la educación moral, y Bernard Shaw, en la “Guía política del hombre” mostraba la tesis de que lo que permanece después de las primeras enseñanzas recibidas en la niñez, es precisamente la educación estética. Y es que el arte auténtico nos retorna siempre a la realidad. Su grandeza consiste en una interpretación de la vida que nos permite dominar mejor el caos de las cosas y nos ayuda a extraer de la existencia un sentido también mejor. Por otra parte, el arte ha desempeñado y sigue desempeñando, la función de registrador de las manifestaciones del hombre como individuo y como sociedad, una especie de archivo donde podemos documentarnos sobre el ayer y sobre el hoy. El arte y la cultura pueden contribuir a cambiar nuestras formas de ver el mundo, arrojar luz sobre lo que parece invisible y hacer visible lo desaparecido.

Hace un mes hemos asistido, sin impresionarnos demasiado, al nacimiento del euro, y nos vamos acomodando, poco a poco, a esa nueva pertenencia al “club de la moneda única”. El euro invade nuestras jornadas, nuestras conversaciones, los informativos, da un vuelco en la banca española con esta primera fusión entre el Santander y el Central Hispano. Es como si Europa, repentinamente, se hubiera dejado raptar por una moneda, por el euro, y esto me ha hecho recordar el episodio y la imaginación de Zeus disfrazado de toro que secuestra a Europa (bellísima princesa de Tiro, hija del rey Agenor) y que a los griegos se les explicaba en una de sus métopas en el templo de Selinunte. También Tiziano, Rubens Rembrandt, Botero y Picasso, pintaron dicho motivo a lo largo de la historia, pero no lo recordábamos ya.

Once viejas naciones europeas, enfrentadas en guerras de todo tipo durante siglos, han sido capaces de ceder un símbolo de soberanía e identidad, como es la moneda, a favor de un proyecto económico común y esto es sólo el principio. ¿Cuánto tardará en llegar la unidad política? ¿Cuándo tomaremos conciencia de nuestros lazos comunes y dónde encontraremos los electos que ayudarán a la integración social? Al trasluz de la cuestión, el arte generado en Europa a lo largo de los siglos puede ser una sutil esperanza de reconocernos antes de que sea demasiado tarde, una posibilidad de encontrar huellas de identidad. El arte, el patrimonio artístico puede alumbrar de alguna manera, el origen del alma europea, localizar sus raíces a través de los reflejos de las distintas épocas y vivencias, obtener material suficiente de donde extraer criterios capaces de acompañar y guiar su futuro.

Salir a buscar no equivale llanamente a tener que encontrar. Lo importante es comenzar. Buzear en nuestra historia del arte puede ser un punto de encuentro y un camino. Se ha demostrado que en el camino se ganan muchas más cosas de las que se pierden. Muchos han sostenido que lo único que el hombre aprende de la historia es que él nunca aprende de la historia. Pero es también verdad que quienes no quieren tomarse en serio las lecciones de la historia están destinados a ayudar a quienes provocan desastres históricos.

El 1 de Enero, sólo dimos un primer gran paso. Después del euro, tenemos que seguir construyendo Europa. Y la obra de la configuración europea ha de salir de las iniciativas de todos los europeos que aspiran a edificar una casa para todos, impidiendo de antemano todo reduccionismo ideológico impuesto por los políticos de turno, el afán de protagonismo de algunas naciones, o los nacionalismos de finales del siglo XIX y principios de éste, que rompiendo todos los vínculos quieren hacer su propia historia a espensas de los demás y de la marcha de los tiempos. Andalucía tiene mucho que dar en este proceso de unificación. La posición geográfica de Andalucía y su riquísima historia cultural son como brazos abiertos que pueden ayudar a sostener desde el sur este proceso. Al mismo tiempo trabajemos duro para quitar del paro a esos 390.295 andaluces y que ese 22% menos de renta per capita que tenemos con respecto a otros a otros ciudadanos de la Unión desaparezca lo antes posible. Se piensa mejor con el estómago lleno.

por @mbellido

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