El observador oculto

Tuve un compañero de colegio en edad adolescente que aborrecía el orden establecido de la escuela, de su casa, y del grupo de amigos, era siempre un insatisfecho, sufría inseguridades y no sabía que quería ser de mayor. Le gustaba deambular durante horas por la ciudad cuando salíamos de clase y aunque parecía siempre ajeno a todo lo que había a su alrededor, cuando al otro día nos encontrábamos en el recreo, me contaba infinidad de cosas que había descubierto y escenas que había observado mientras vagaba por las calles de Jerez. Hizo el servicio militar voluntario y resignado y en la Universidad siempre aprobaba por los pelos, lo cual le generaba una gran frustración. Lo dejé de ver hace muchísimos años y hoy, por casualidad, lo he vuelto a encontrar en un blog que escribe diariamente. En su presentación dice que escribe por rebeldía y por debilidad. Lo cierto es que sus escritos son un catalejo que escruta la calle, la gente, las costumbres, la vida social y los acontecimientos del día a día. Su lenguaje es rico y e imaginativo. Nada de ese aire de despistado que exhibía en la adolescencia aparece en sus textos. Esta mañana mientras leía algunos de sus post sentí una entrañable simpatía y una cierta envidia sana. Su capacidad de observación tan detallista, tan minuciosa y colorista me hizo imaginarlo escondido en algún rincón de alguna calle de cualquier ciudad aguzando los sentidos, no quitando ojo de nada ni de nadie, estando en todo, observando, para después transformar sus indagaciones en historias fantásticas, tratadas con animo critico y con conocimiento de causa, descritas con cierta distancia pero acercándolas al lector de una manera extremadamente real. El adolescente que fue un frustrado estudiante de gramática hoy me ha sorprendido como un cualificado y capacitado observador de la vida. ¡Y pensar que lo llamaban tarado!