L’apre Midi d’une Faune

Mi juventud rebozaba de ganas de vivir y mi alma disfrutaba del goce que me proporcionaba el movimiento de mi cuerpo. Durante varios años consecutivos frecuenté, entre otras escuelas de danza,  el Centre de Danse du Marais, en París, donde la paciencia y el afecto de Francoise Gall  y de Suzanne Oussov me mostraban los secretos de la Danza Clásica. Tenía que perfeccionar muchas cosas y doblegar mi cuerpo a aquella disciplina que producía dolor y placer al mismo tiempo.  Después de aquel verano, regresando a Florencia me propuse ensayar hasta la extenuación una coreografía que se me atragantaba  hasta  lo indecible por su complejidad  y que Françoise me había aconsejado aprender. Se traba de L’Après-midi d’un Faune, inspirado en el poema de Stéphane Mallarmé titulado «La Tarde de un Fauno», que fue creado el 29 de mayo 1912 por Vaslav Nijinski, sobre una partitura de Claude Debussy con escenografía de Léon Baskt. La estética de Debussy  es este preludio refleja  la esencia misma de la naturaleza llegando al extremo de estimular la imaginación y la fantasía de un modo sublime.  La música se desliza entre el pentagrama con una libertad impensable. Esta es la nueva estética que Debussy desvela en cada nota y por la cual el mundo le está tan agradecido. Escuchar algunos compases, a mí me sigue produciendo, aún hoy, escalofríos. Trabajé intensamente delante y de espaldas al espejo de mi estudio de danza.  Aprendí fragmentos como este del poema de Stéphane Mallarmé titulado «La Tarde de un Fauno»:

«¡Yo te adoro, coraje de vírgenes, oh gala feroz del sacro fardo desnudo que resbala por huir de mi labio fogoso, y como un rayo zozobra! De la carne misterioso desmayo; de los pies de la cruel al alma de la buena que abandona a la vez una inocencia, llena de loco llanto y menos atristados vapores»

Revisé todos los videos que estuvieron a mi alcance de Nizhinski, ese bailarín y coreógrafo ruso que tan magistralmente había interpretado esa coreografía. Cada vez que lo veía  sufría una terrible sana envidia por ese gran virtuosismo, por su capacidad de desafiar la gravedad  y por la intensidad de sus caracterizaciones, sobre todo,  en este preludio donde lo que percibimos es la figura, no de un hombre, sino de un  fauno.

Esta coreografía mostraba un erotismo explicito y un cambio de rumbo en la tradición del ballet clásico. Aprenderla era un reto al que no me podía resistir.  Aquellos días los viví intensamente y los tengo grabados en la memoria.

El placer de este recuerdo me sonroja y me envuelve aun de felicidad por haber descubierto que a veces, el instinto puede formar parte del pensamiento.

por @mbellido

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