Zapatero se comporta como si hubiera sólo una política posible. La suya. En estos tiempos la política de la supervivencia. ¿En qué ha pensado remodelando el Gobierno? Seguramente no en disminuir el paro, no en eliminar los bajos niveles de subsistencia de las clases pobres, no en aumentar el poder adquisitivo de las clases medias, no en dar un golpe de timón e impulsar el lento ritmo de recuperación de nuestra economía, no en atraer inversiones de capital extranjero. Lo ha hecho seguramente para buscar su supervivencia. Zapatero se resiste a ser considerado un agonizante enfermo político y pone en marcha una maquinaria maquiavélica donde Rubalcaba será el personaje de mayor peso político, el único que podría con sus artimañas de Interior y su especialísimo don de la comunicación evitar que Zapatero se hunda en el abucheo de desprecio colectivo de una España de derechas y de izquierdas que ya no lo soporta.
En la estela de Rubalcaba un sindicalista “huelguista”, Valeriano Gómez que fue administrador único durante el escándalo de la PSV, Jaúregui que fue secretario general del PSE y vicelehendakari vasco, de notable prestigio como negociador- ¿será para hablar con ETA?- , Rosa Aguilar comunista irredenta que encontró un refugio a medida y ha hecho carrera meteórica desde que se echó en los brazos del PSOE, Trinidad Jiménez, enfrascada en recuperarse del batacazo en las primarias madrileñas y, por último, Leire Pajín, especialista en acontecimientos histórico a escala planetaria. Un cambio para que todo siga igual o para intentar ganar las elecciones próximas “como sea”. Dos ministerios desaparecen, sí, los ministerios de Vivienda e Igualdad, pero sus anteriores inquilinas se reubican casi con el mismo sueldo en Fomento y Sanidad y conservando sus partidas de gasto.
El cambio, por lo pronto, ha conseguido acallar las críticas internas del Partido, distraer la atención para que nadie hable del fiasco de los Presupuestos Generales y de los pactos con PNV y Coalición Canaria.
Quizás tenga razón Rajoy: “Han cambiado los músicos, pero no el director”. La partitura es la misma y en ese pentagrama parece faltar mucho rigor y ganas de hacer cosas por el bien común.
Si la izquierda de este país sigue ofreciéndonos “flautistas de Hamelín” seguiremos teniendo lamentaciones y lágrimas… y ya conocemos el final del cuento. “¡Y todo por no cumplir con el pacto establecido!”. Por mentir y no cumplir las promesas electorales. Veremos que nos depara este guiño a la izquierda de ayer y a la vieja guardia.

por @mbellido

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