España supera ya el 25% de paro y roza los 5,8 millones de desempleados. Mientras que enla  UE siguen multiplicándose las cumbres y reuniones para salvar a un enfermo llamado Euro, aquí y en otros países siguen las oscilaciones brutales dela Bolsa, los sustos de la prima de riesgo y los recortes. Lo que los ciudadanos no terminan de tener claro es si esos sacrificios en el altar del Euro son medicina para resolver los errores cometidos por políticas económicas malgastadoras y manirrotas de los últimos años o si se trata sencillamente del precio que tenemos que pagar a un sistema financiero excesivamente inclinado sobre el lado especulativo y escaso de reglas y de controles.

Desde su nacimiento, el Euro nos ha proporcionado esperanzas y ambigüedades, entusiasmos y resistencias. No es raro encontrar en todos los países y en todos los partidos políticos entusiastas del Euro, euroescépticos o nostálgicos de la vieja moneda nacional. Muchos han visto en el Euro un instrumento para realizar un sueño político democrático, de desarrollo y de colaboración internacional, casi un símbolo de paz. Sin embargo, la sensación de muchos europeos es la de asistir desde dentro a una guerra sin armas de fuego pero tremendamente devastadora. El Euro, que aspiraba a ser el instrumento idóneo para asegurar una mayor estabilidad económica, se ha convertido en un motivo de desigualdad. La crisis ha potenciado  tensiones entre norte y sur, juicios y prejuicios entre países, y ha llevado a percibir que países como Alemania se replegan sobre sí mismos imponiendo además  sus reglas.  Lo político y lo económico en Europa no se mueven al unísono, lo fiscal y lo financiero no se impulsan desde el mismo centro de poder. Nos encontramos ante una encrucijada: la integración profunda, económica, política y cultural inspirada al sueño que los padres fundadores tuvieron pensando en una Europa más libre, más solidaria y más unida y, por otra,  una comunidad de miembros autónomos que no responden de los problemas de los otros estados y caminan según sus propias fuerzas bajo las  leyes del mercado.

Lo que sí está claro es que en estos momentos es fundamental que cada Estado haga limpieza a fondo, ponga orden en las economías domésticas y dé signos de credibilidad. Durante mucho tiempo, algunos países como Grecia presentaron balances económicos amañados, otros como Francia y Alemania esquivaron los parámetros de Maastricht permitiéndose más elasticidad y saltándose las reglas cuando lo necesitaron. También hay que decir que se han contabilizado en los últimos diez años más de 60 infracciones del pacto de estabilidad y crecimiento sin que se tomaran medidas contra los países infractores. El resultado ha sido la pérdida de confianza y credibilidad entre todos,  en los mercados y en las agencias de rating. La confianza no se crea de la noche a la mañana y restablecer otro clima mejor nos llevará tiempo. Mientras tanto, sin perder tiempo, se impone una reflexión sobre cómo continuar el camino. Europa representa una oportunidad para un mayor bien común de sus ciudadanos. Los sacrificios resultarán aceptables si se nos explica por qué y para qué. Estamos todos citados de nuevo con Europa, ciudadanos y políticos. Por nuestra historia y por nuestro futuro estamos abocados a reconstruir este proyecto de unidad.  Tendríamos que repetir todos, con nuestra voluntad y con nuestros actos, las palabras de Jean Marie Lustiger: «Europa sé tu misma».

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com