Cada vez que termino de escribir un artículo, una poesía o un relato, repaso el contenido y corrijo el texto, cambio expresiones y formas, busco sinónimos nuevos, elimino frases o palabras que sustituyo con otras. Imagino tener cerca de mi ordenador un pequeño cofre donde voy depositando aquellas palabras que he eliminado del texto. Son palabras que tienen su autonomía expresiva, como aquellas que se han quedado depositadas en el documento que he guardado en la memoria de mi ordenador. Son palabras que han nacido también en esa pausa de reflexión y de silencio que precede a la acción de pulsar con mis dedos el teclado de mi ordenador y componer una frase en la pantalla.  Cada palabra tiene una memoria propia y una manera de mirarnos y de sugerirnos. Hace apenas un momento después de haber recibido una llamada telefónica, he cerrado los ojos y he imaginado que metía la mano en el cofre y cogía un puñado de estas palabras, eran las sobras de unos versos, los términos descartados de una poesía que escribí ayer pensando en mi hija.  Eran palabras que evocaban un tiempo y un espacio, además de expresar un sentido literal y lógico; palabras autónomas y vivas que describían un  pensamiento y desenterraban recuerdos: colonia, mano, animales, estrellas, miedo, risa….

El perfume de su colonia infantil que permanecía en mi piel después de haberla tenido en brazos,  su mano pequeña que se aferraba a la mía mientras la llevaba al colegio por las mañanas, los sonidos que imitaban los gruñidos de los animales que poblaban cuentos que le contaba antes de dormir, las estrellas que proyectaba en el techo la lamparita que estaba junto a su cuna, el miedo que huía cuando la abrazaba las noches de tormentas, su risa a carcajadas cuando fingía que tropezaba contra una puerta.

Hace un rato me ha llamado desde Ginebra, para decirme que  su viaje le estaba resultando muy agradable y fructífero. Escuchar su voz,  ya de mujer, llamándome  papá me ha elevado el corazón a esa incierta dimensión del tiempo donde su infancia me regalaba colores y sensaciones tan hermosas que aun hoy no consigo describir.  Son esas emociones capaces de desterrar borrascas psíquicas, sarcasmos sociales, demagogias políticas, momentos de rabia o de melancolía.

Las palabras descartadas de mi pequeño cofre parecen tener vida propia y las que hoy recogí han acariciado mi corazón con ternura.   

por @mbellido

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