Cada vez que me interno en un bosque, intento llegar a su centro. Creo que todos los bosques tienen un corazón. No siempre lo consigo. A veces pienso que este corazón sea un claro, o un área con una mayor densidad de árboles. Lo cierto es que si se consigue llegar a ese centro se percibe una sensación maravillosa.  Siempre he creído que los bosques no solo son moduladores de flujos hidrológicos y conservadores del suelo, ni el hogar de muchos animales y especies de plantas, creo que los bosques son un “sacrarium”, un templo sagrado, meta de peregrinación. Penetrar en la profundidad del bosque es una tarea tan ardua, que no siempre se consigue y aun consiguiéndolo,  en todo caso, nunca regresamos  con la misma actitud con la que  habíamos llegado. Volvemos distintos.

Cuando atravesamos el bosque nuestra condición corporal e intelectual  va cambiando y, sin darnos cuenta, el alma se extasía y medita. En esos instantes rescribimos y corregimos alguna página de nuestra existencia. A golpe de mirada, nuestros ojos se llenan de verde y de esperanza. Un  horizonte de ramas, se mezcla con las fronteras invisibles de nuestra alma.

Pájaros exóticos cantan, desde las copas de los árboles, palabras antiguas y verdaderas; una música desciende hasta el lugar silencioso de nuestra conciencia, que nos hace,  tímida y sigilosamente,  pronunciar lo innombrablemente eterno.

Un brillo repentino en nuestros ojos, delata nuestro extravío,  por no saber si transitamos el reino celeste o la morada terrestre. En el bosque los ojos graban lo que pasa inadvertido en la ciudad.  En el bosque todo respira en su mero darse: el viento a las hojas, la tierra a las raíces, el sol a las ramas… Sin que el pestañear arroje sombra al conocimiento, volvemos a descubrir la Ley de la Vida.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com