Decía Jean Anouilh, que a uno que tienen hambre, hay que darle primero de comer y después hablarle de lo que sea; si se empieza por hablarle, sea de lo que sea, se fracasará, sin ninguna duda. Hoy, los especialistas en sueño y alimentación dirían: a uno que duerme poco dale dulces y después te entenderá mejor. Dulces y frituras son, de hecho, alimentos irresistibles para quienes han dormido poco. La imagen de un helado, de un dulce o de una bolsa de patatas fritas enciende los “circuitos de la recompensa” en quienes han dormido pocas horas. Lo han demostrado investigadores del St. Luke’ Roosevelt Hospital Center y de la Universidad de Columbia de Nueva York. Lo han comprendido estudiando los trazados cerebrales de 25 voluntarios mientras observaban imágenes de alimentos dietéticos y otros tipos de alimentos después que habían dormido ciertas noches nueve horas y otras noches solamente cuatro. La junk food (comida basura) encendía las neuronas de quienes habían dormido y descansado menos. A la memoria me vienen dos proverbios, que nada tienen de científico, pero que como casi siempre aciertan. Uno es holandés y otro toscano: “Estómago lleno cabeza alegre” y “Saco vacío no se sostiene”.
Dicen los expertos que los dulces por la mañana no engordan. Por tanto, se haya dormido o no, todo sugiere que es bueno optar por su consumo en el desayuno. Comerlos al atardecer, que es cuando se convierten en grasa, es perjudicial. Debido a la poca actividad que se realiza durmiendo, dicen los médicos, que lo mejor es evitar los carbohidratos y optar por proteínas como carne roja, pollo o pescado cocinados de forma ligera y acompañados de verduras. Por tanto, antes de dormir, prohibido atiborrase de dulces. ¿Un poco de chocolate no hará daño?