Con permiso

Cada vez que intento ordenar las cajas con cuadernos, artículos y  papeles repletos de apuntes y anotaciones que he ido conservando a lo largo de los años, no me resisto a la imprudente tentación a la que también se enfrenta a cualquier imperfecto bibliotecario ante una montaña de libros a la espera de ser catalogados. En lugar de ordenar, clasificar y tirar lo inservible, me detengo ante un papel o unas cartas e inicio un viaje por mis años vividos. Me acerco a momentos de mi historia y a historias de otros que han quedado plasmadas en escritos improvisados o reflexionados para que, con el pasar del tiempo, el olvido no ejecute su muerte. Hoy peregriné con la memoria  a través de unas cartas de F.G. con la que mantuve durante años una profusa correspondencia. La correspondencia, como bien sabe todo aquel que la ha practicado, es un diálogo sereno donde se alternan preguntas y respuestas. Las cartas son una forma excelsa de comunicar muy distinta a la de los 140 caracteres, de los llamados tuits, que hoy están tan de moda.

fue la confidente, durante un periodo de mi vida, de la gestación de mi vocación periodística y del despertar de unas intuiciones de lo que habría de ser mi dedicación futura. Las respuestas de F. a mis inquietudes, en aquellos años setenta, no eran nunca triviales. No escribía nunca nada que no fuese definitivo, con un talento, una sensibilidad y una inteligencia femenina muy difíciles de encontrar. No pretendo, porque no es este el lugar apropiado, evocar la ponderación, la mesura y el juicio con que esbozaba su pensamiento. Lo que sí quiero subrayar hoy de sus cartas era su pensamiento sobre la mujer, un pensamiento repetido siempre cada vez que podía. Su convencimiento de que las mujeres están llamadas a desempeñar su propio papel en la vida cultural, social, política y científica de la humanidad y que es preciso luchar para que en todos los lugares de la Tierra se pueda ofrecer esta oportunidad a quienes, por motivos culturales o religiosos, no pueden tener esta posibilidad.

No hay día que noticias, que vienen de más cerca o de más lejos, no subrayen que sigue existiendo una grave y extendida falta de respeto hacia la mujer, hasta el punto de seguir siendo considerada un objeto de placer, de diversión o de venta. Por ese motivo, leo con respeto y con humildad esos párrafos de las cartas de F. que arrojan una mirada autentica sobre el ser femenino, aportando una redefinición de su dignidad en relación con el hombre. Mujeres como F., me han ayudado y me siguen ayudando a identificar ese “genio” femenino, valor específico de la mujer, de su vocación y, atendiendo a su feminidad, a la misión insustituible que ha de desarrollar en la sociedad.

Es necesario que sigamos trabajando para clarificar la verdadera imagen de la mujer y la necesidad de alcanzar la plena igualdad; para aceptar ese ser mujer -con una identidad propia -sin que, por lo tanto, deban calcar como pretende cierto feminismo, simplemente las funciones masculinas.

Queda camino por recorrer y no hay que bajar la guardia. Hay que seguir trabajando incasablemente por los propios derechos de la mujer y sus propias exigencias, que la sociedad debe garantizar y respetar. Probablemente, en ciertos países con culturas machistas, para alcanzar la igualdad habrá que producir una verdadera revolución y, como se sabe, por pequeña o grande que sea, se precisa necesariamente que antes se haya producido un cambio de mentalidad y antes aún en los corazones, porque donde hay amor hay igualdad y con esa actitud se es capaz de superar cualquier eventual resistencia al cambio.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com