Asisto atónito a lo que pasa en España en estos meses. Asisto atónito al panorama político español y me pregunto: ¿tan difícil es dialogar? ¿Hemos olvidado lo que significa diálogo? El diálogo es una sana discusión sobre un asunto y con una connotación específica, la intención de confrontar ideas para llegar a un acuerdo o encontrar una solución; es decir, una forma privilegiada de cultura y civismo que une a personas de criterios diversos en búsqueda y exploración de puntos comunes.

Sabemos que no puede haber diálogo sin ciertas premisas básicas. Pues bien, en los momentos actuales, la premisa común es evidente, y es ni más ni menos que el bien común. Para que haya diálogo se necesita un mínimo de esfuerzo y voluntad para exponer criterios con la mayor objetividad posible. Sin embargo, en este panorama de la política española actual, los que priman son los prejuicios, los intereses personales o de partido, abundan a menudo la ignorancia o la pereza intelectual y, en muchos casos, el populismo, e incluso el engaño. Y mientras se despliega tanta turbulencia y ruido, algunos medios de comunicación también ponen de su parte para exasperar los tonos, ¿será porque se sabe que el ruido y la pelea garantizan audiencia? Ya no es tan habitual, como lo fue en otros tiempos, encontrar en nuestro país intercambios de ideas entre dirigentes políticos de distintos partidos aceptando la postura del contrario y, aún menos, la disposición a modificar el propio punto de vista en aras del interés general. No hace mucho leía un texto de Camilo José Cela que me parecía reflejar de alguna manera la situación que hoy se vive en el Congreso de los Diputados: “Los españoles vivimos en permanentes guerras civiles, en plural, todos contra todos…”.

A veces, tengo la impresión de que no se escucha suficientemente. Cada uno hace su discurso, diga lo que diga el contrario, se huye de buscar el bien común o la verdad conjuntamente. Es como si en una conversación de locos cada uno aumentase el volumen hasta lograr silenciar al oponente. Algo que se repite en las tertulias, en los debates políticos e incluso, con matices distintos, en las intervenciones en las ruedas de prensa. Es difícil encontrar en el debate político la escucha paciente y respetuosa, la capacidad para ponerse en el lugar del otro, usando la agudeza de la inteligencia para intentar entender el punto de vista contrario y buscar juntos la solución a los problemas reales.

Muchos políticos no ocultan que no soportan al oponente, manifestando cuán lejos están algunos de ese factor fundamental para iniciar un diálogo como es la tolerancia positiva y activa. Valor ausente también en la mayoría de los programas televisivos sean de entretenimiento o de información, en el cine y en todo lo que genera la cultura consumista de la que hoy nos alimentamos, hecha de solipsismo y narcisismo.

Desde niños, deberían enseñarnos que en el camino de la vida nos esperan muchos diálogos, como escalones que nos harán subir a estados superiores de madurez, como personas y ciudadanos. Quizás lo primero que tengamos que aprender es a dialogar con nosotros mismos, de lo contrario nunca seremos capaces de dialogar con los otros.

 

Manuel Bellido

 

por @mbellido

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