Del latín, iustitia

Hoy ha sido noticia el solemne acto de ‘Apertura Judicial’ celebrado en el salón de plenos del Tribunal Supremo, donde el Fiscal General del Estado ha presentado ante Su Majestad el Rey Juan Carlos, la Memoria de la Fiscalía General del Estado correspondiente al año 2012.  Un acto tan solemne es una buena excusa para reflexionar sobre la justicia en nuestro país, su situación actual y el camino a seguir hacia la plenitud de la JUSTICIA,  liberada de intereses particulares y de los poderosos de turno. La primera reflexión que hago al respecto, es que en una democracia los políticos están al servicio de la Ley, y no las leyes al servicio de quienes gobiernan. La independencia de los jueces es la garantía para que eso se cumpla. La segunda reflexión es que todas las presiones  sobre los jueces y los condicionamientos que puedan imponer los grupos políticos o económicos, son inadmisibles.
Otra cosa que llama mucho la atención es cuando leemos noticias sobre declaraciones e intervenciones de la  Asociación Profesional de la Magistratura (APM), de Jueces para la Democracia (JpD), de la Asociación Francisco de Vitoria (FdV) y de la Unión Progresista de Fiscales (UPF), sinceramente a mucha gente le cuesta  digerir este ramillete politizado  y encontrar una explicación del hecho de que existan  asociaciones conservadoras y progresista de jueces. ¿La politización de los jueces tendría que ser cuestión inadmisible?  Me pregunto si en algún caso ciertas connotaciones pueden conspirar contra la neutralidad.
Tengo la sensación que cada vez que un magistrado se acerca demasiado al poder, oficial u oculto, se verá probablemente  atrapado por un mecanismo que lo supera. Eso es perjudicial, para él pero sobre todo para la sociedad. Según Sócrates, cuatro son las características que  corresponden al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente. Esa justicia virtuosa es la única capaz de sostener  la igualdad y la libertad. ¿Es la que tenemos?