De vez en cuando la memoria rescata trozos de vida, revelando que el olvido sólo es un destino provisional. Fue en Jerez, hace unos días, deambulando entre los puestos de verdura, fruta y pescado de su mercado de abastos, casi sin querer, me precipité en un viaje sensorial a través de colores, olores, sonidos, sabores, texturas que echaba ya de menos. Aquel mercado siempre ha sido para mí un lugar donde entrar y perderme en su laberinto multicolor para recordar, soñar y sentir. Mirar, palpar, escuchar, degustar, oler en aquel ambiente es dejar que los cinco sentidos me sigan ayudando a entender algo más la vida.

Saliendo por uno de sus laterales, hay otro mercadillo, uno de esos donde se vende de todo, ropa usada, cosas viejas que ya no sirven, recambios de coche, cuadros falsos, objetos únicos y valiosos, libros viejos y hasta fotos desnudas de Marilyn Monroe. Volvieron a invadirme delectación, curiosidad, recuerdos, emociones. Los mercados son la vida misma. Coincidencia o no, era mi cumpleaños, momento para hacer recuento de lo hecho y poner alas a nuevas inquietudes. Cumplir 55 no es para menos.

Sobre este tren, que un día se puso en marcha sin pedir permiso, de estación en estación he conocido sueños y ciudades. He gozado de miradas nórdicas, de labios latinos, de siluetas gitanas, de senos asiáticos, de caderas tropicales y de ternura africana. He escuchado palabras en mis oídos y he susurrado dulzura a media luz. He ofrecido a menudo vino dulce mientras tragaba hiel. He navegado mares, cielos y corazones buscando faro y no puerto, rebuscando luz y escudriñando la Verdad. He buscado el mapa del tesoro y una isla para naufragar. He vivido días acertados y años equivocados. Adulto, he devorado libros como un león hambriento; estudiante, he pasado horas y páginas con mecánico malestar. He trabajado a oscuras y en secreto, envuelto en el misterio, encerrado en este hangar, dando brillo a mi sueño hasta verlo como al genio fuera de la lámpara. He bailado con lobos en este baile de máscaras donde el disfraz lo es todo. He corrido como un loco para no llegar nunca tarde, aprendiendo cada día que el tiempo es como el aire, que lo entiendes cuando te falta. Me he dejado acompañar siempre por la música. Alguien ha dicho alguna vez que la mejor banda sonora para cualquier película era aquella que no se notaba. De entre todas las músicas, la que más me gusta es la del agua de las fuentes, y el silencio.

Abrumado, salgo del mercado como si hubiese terminado de jugar una partida en uno de esos juegos electrónicos. Me ha parecido ver el letrero de «play again», ese que nos invita, tácitamente, y sea cual haya sido el resultado obtenido, a iniciar otra nueva partida, otra nueva etapa. Esto es como un desembarco y es que vivir es una profesión dura, sin vacaciones, sin horarios y sin sueldo fijo asegurado, sin aparejos para la prevención de riesgos y con el peligro constante de ser despedidos cuando menos te lo esperas. Mejor será que la viva acompañado. Embarquemos de nuevo.

No sé si este corazón será bastante grande y cómodo para los dos, pero siento ya entre los brazos esa sensación de amor que me consuma y me cansa dulcemente el corazón. Sopla buen aire. Naveguemos.

por @mbellido

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