A menudo en los Museos o en las exposiciones de arte contemporáneo, el visitante se encuentra en el trance de no saber dónde mirar y sobre que objeto concentrar su observación. Creo que más de uno se ha puesto alguna vez delante del extintor de incendio pensando que fuese también uno de los objetos expuestos. Las paredes, a veces pintadas en partes con colores fuertes, pueden crear confusión en el público, al extremo  que se pregunte si se trata de una obra en sí, pintada por algún discípulo de Mondrian o simplemente la decoración de la sala. Los bancos y otros elementos de la sala también crearan en los visitantes el mismo interrogante. Alguna exposición en el Centro de Arte Contemporáneo  situado en el Monasterio de la Cartuja de Santa María de Las Cuevas en Sevilla me ha dejado ese desasosiego. Muchos “artistas” modernos han  querido eliminar las reglas con la idea de enriquecer el lenguaje artístico. No sé si  esa era la intención de uno de estos artistas proponiendo en una de sus exposiciones un váter rodeado de pelotas de gomas de diversos colores. En un cartelito explicativo situado junto al “váter” expuesto se hablaba de triunfo de la democracia moderna como culto de la igualdad. Es decir lo que es excelso pierde su valor y lo que es bajuno se convierte en excelso.  No sé cuanto sobrevivirá al pasar de los siglos esta y otras “obras de arte” similares. De lo que si estoy seguro es que pasaran a la historia como monumentos a la banalidad.  Solo los cánones estéticos están destinados  a durar, el gusto por la provocación se pone de moda solo una temporada. El arte, el verdadero arte, siempre sorprende y eleva. La provocación del nuevo por el nuevo, sin alma y sin consistencia, entristece. Observando el panorama artístico actual, parecería que el número de auténticos artistas sea verdaderamente modesto. Este arte actual, parece haber perdido el rumbo y da la sensación de estar perdido en un laberinto.  Parece que muchos están obligados a escoger entre lo clásico, en el cual parece que no se hayan,  y esta otra realidad abstracta  en la que todo es posible pero nada parece tener consistencia. Este arte es fruto de una cultura occidental que vive momentos de confusión, sin  referencia antropológica y moral, no vinculada a tradiciones filosóficas o espirituales, donde  los deseos individuales se convierten en derechos, y la mala política  es la garantía de que eso se cumpla, reflejando así el desorden interior de almas sin raíces y sin valores.

por @mbellido

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