Como otros muchos de mi generación, durante la juventud leí a Karl Marx y  a otros autores que profesaban, sostenían o profundizaban el comunismo. Sinceramente  en algunas cosas llegué incluso a admirarlos,  aunque, contrariamente a muchos de los comunistas que militan hoy en partidos de la izquierda española – que, por cierto, parece no haberse enterado de que el Muro de Berlín o Muro de la vergüenza, cayó en 1989 – nunca pensé  que aquello que Marx y otros habían escrito y proclamado fuera válido eternamente. Muchos amigos después de años me han confirmado un sentimiento que también yo había  probado: si se busca en estos escritos la densidad y la creatividad del pensamiento, a menudo se experimenta una gran desilusión y se necesita mucha paciencia para continuar la lectura, que en muchos casos aburre y cansa. Leyendo, por ejemplo, escritos de Lenin o de Mao, cuesta encontrar en ellos semblanzas de pensador.  Aunque, en honor a la verdad, no se puede decir lo mismo de otros autores que, como  el filósofo teórico marxista, político y periodista italiano Gramsci, supieron utilizar en sus textos el análisis marxista mejor que Marx.

El marxismo en su definición más pura, según muchas de estas posiciones históricas, comprendía dos elementos esenciales: por una parte el análisis y la crítica y por otra la voluntad activa de las clases obreras que constituían el elemento revolucionario. Por tanto, quien practicaba solo el análisis y la crítica, prescindiendo de las clases más desamparadas, no representaba el marxismo, sino una pobre parodia de esta doctrina. Y aún más lo convertía en caricatura, quien hablaba de bienes comunes y  pertenecía en realidad a los pocos privilegiados que dirigían el Estado en ese experimento histórico que marcó la historia del siglo XX.

La caída del muro de Berlín permitió a muchos de la clase obrera  conocer las  mentiras, demagogia y manipulaciones de esos dirigentes políticos que no habían cumplido ni una sola de las promesas de bienestar que le habían prometido. Aquel acontecimiento permitió a muchos países iniciar una nueva etapa democrática y de progreso, ya liberados del yugo soviético.

Esta desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de muchos regímenes comunistas destaparon los delitos escalofriantes cometidos por Stalin y por el régimen soviético, los gulags, los tratados que se habían firmado con Hitler, las Grandes Purgas y Soviets, el federalismo étnico, el socialismo estatal y el dominio omnipotente del Partido Comunista, todos  hechos que habían  despedazado la doctrina que supuestamente les sostenía.

El espectáculo de burocratización, corrupción y represión de la élite de los partidos comunistas en la antigua URSS, y los actuales de China, Cuba, Corea del Norte, Vietnam, etc…  demuestran  que los seguidores de esa doctrina que enarbolan la bandera de la defensa de la clase obrera, una vez que llegan al poder lo utilizan en el propio beneficio.  El comunismo cada vez que ha llegado al poder ha reaccionado como todos los totalitarismos dogmáticos, posicionándose como un impedimento a vivir, a comprender y a actuar con libertad, sometiendo a la sociedad a una cierta esclavitud disfrazada de camaradería y de compañerismo.

A veces me sorprende ver a algunos todavía sacando pecho por su militancia comunista. Si solo pienso a los  15.000.000 millones de personas que murieron bajo una de las dictaduras más sangrientas y nefastas de la historia de la Humanidad, me vienen escalofríos. Ni  volviendo la vista atrás, ni asistiendo en la actualidad a la situación de países que viven bajo regímenes comunistas pueden despertar confianza quienes pretenden,  en nuestro país,  envolver en papel de regalo ideas de lucha de clase, de expropiaciones, de impuestos progresivos, de bancos del Estado, de centralización de servicios…. No despiertan confianza esos defensores del pensamiento único, “intelectuales” que dictan lo que es democrático y lo que no y los que son incapaces de criticar hechos antidemocráticos como los que se repiten en Cuba, en China o en cualquiera de las dictaduras que aún resisten. El porvenir de la humanidad probablemente vaya por otros derroteros.

por @mbellido

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