Existen desafíos y preocupaciones compartidos en la mayoría de los países de nuestro entorno en materia ambiental, aunque en proporciones muy diferentes según los lugares. Lo que sí se va notando es un cambio general de mentalidad a nivel popular hacia la ecología y el respeto por nuestro planeta. Claro, como se ha comentado en otras ocasiones, una cosa es que aumente la sensibilidad en cuanto a estos temas y otra cosa muy diferente es que se apliquen medidas y se cambien comportamientos y hábitos.

Lo cierto es que cada vez más la ciudadanía quiere tener información cierta y conocer más sobre qué futuro les espera a las próximas generaciones, en un mundo cada vez más recalentado, teniendo en cuenta que la Tierra se ha calentado una media de 0,85ºC desde finales del siglo XIX.

También quiere saber si es cierto que esto trae consigo el desplazamiento de zonas de distribución de especies animales, un ritmo constante de aumento de calor en el verano, desertificaciones, inundaciones y otras alteraciones y desastres naturales que parecen sacudir la Tierra con creciente intensidad. En definitiva, los humanos queremos saber sobre la degradación ambiental que avanza a ritmos que ya nos resultan insostenibles.

Ahora de lo que se trata es de unir cada vez más el conocimiento a la experiencia real, es decir, hacer que la preocupación y las certezas promuevan nuevas prácticas de vida. Ni políticos, ni científicos ni ciudadanos pueden quedarse en una actitud pasiva ante estos cambios. Actuar y prevenir son las tareas que el ser humano tiene encomendadas desde que apareció la conciencia y la reflexión con el Homo sapiens.

La Tierra es nuestra casa común, un bellísimo ecosistema que, a menudo, viene insultado y atropellado por la ignorancia, por la ambición y por la maldad de algunos seres humanos y que, sin embargo, como decía Rabindranath Tagore, sigue regalándonos flores como respuesta. El mínimo daño que se produce en un rincón del planeta repercute en el resto, antes o después. Cuando salvajemente se depauperan sus recursos, se atenta gravemente sobre su natural reproducción, y cuando se ensucia, se contamina o se destruye la naturaleza, se está atentando contra el ser humano. Degradando el ambiente se degrada la sociedad. Si en lugar de mirarse tanto al ombligo y de sólo buscar el poder por el poder, los políticos y los centros de decisión mirasen al bien común con responsabilidad, se haría evidente que este bien común es realmente global, y por tanto, que también las consecuencias nefastas de una irresponsable política ambiental son globales, más allá de los límites de una determinada área de actuación. Cada parque eólico, cada planta solar que se construya, cada coche eléctrico que se promocione, cada estudio de eficiencia energética que se lleve a cabo en una ciudad, cada red de sensores que se instale para controlar las emisiones de CO2, cada paso que se dé para crear ciudades inteligentes, es un paso para reducir las emisiones colectivas y avanzar en un mundo neutro de carbono, en un mundo más sano y más vivible para todos.

Al mismo tiempo, los tratados internacionales o las acciones políticas no son suficientes si toda la sociedad y todos los ciudadanos no nos involucramos en esta nueva y improrrogable revolución verde. Es necesario cambiar con urgencia, honradez y determinación nuestra capacidad de mirar la realidad, a título institucional y a título individual. ¿Te has preguntado alguna vez cómo puedes reducir tu huella de carbono?

Manuel Bellido

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