El tema de la escasez de competitividad de Andalucía en el cuadro de la economía nacional es recurrente. Hace un par de semanas lo subrayaba el informe de Analistas Económicos de Andalucía, sentenciando que nuestra región tardará 30 años en confluir con España y admitiendo que nuestra comunidad crece más, pero de manera insuficiente. Muchos economistas siguen definiendo bien los contornos de estas carencias, sin embargo, no logran convencer a los dirigentes políticos para que tomen las medidas oportunas, que pongan remedio a las actuales dificultades.

En nuestra comunidad es notable la ausencia y progresiva disminución de grandes industrias. Los servicios y la producción de tipo tradicional son los que predominan en el cuadro de la composición sectorial donde además se evidencia una pobre incidencia de las industrias tecnológicamente avanzadas. A estos males crónicos se añaden los puntuales que van perfilando los distintos momentos económicos. En la actualidad se vislumbra una aceleración del nivel de precios que probablemente tenderá a prolongarse, lo que en la práctica significa menos creación de empleo y menos inversiones. También se constatan dificultades en muchos de nuestros productos para posicionarse dignamente en determinados mercados internacionales. El desequilibrio en la balanza exterior así lo refleja.

Ante esta situación no hay más remedio que recuperar la competitividad y éste debe ser el gran objetivo de todas nuestras empresas, pero nada se podrá hacer si la Administración no colabora. Los responsables políticos no pueden seguir haciendo oídos sordos a estas advertencias y quedarse con los brazos cruzados sin hacer lo necesario para programar políticas económicas que profundicen en la dinamización de nuestra sociedad y de los agentes económicos y sociales. Las políticas económicas o son realistas o son populistas. Decía un filósofo griego del siglo VII a.C. que los dioses les han dado a los hombres dos orejas y una boca, para escuchar el doble y hablar la mitad. Esto mismo habría que recordárselo a algunos que trabajan más por los votos que por el bienestar general. Se precipitan día a día en la más llana demagogia asegurando que todo está bien y consiguiendo acallar las reclamaciones de la gente que al final termina limitando el espacio de sus deseos e intereses.

Efectivamente no se equivocan quienes piden a la Administración que se orienten mejor los recursos destinados a la investigación y se empiece a promover la formación del capital humano en sectores claves, sin olvidar que en estos momentos se hace imprescindible flexibilizar las relaciones laborales y mantener la moderación salarial en las negociaciones colectivas.

por @mbellido

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