Hace muchos años un maestro del que conservo un recuerdo entrañable me enseñó que nuestras palabras no tienen sentido hasta que alguien no las comprende. Sería como decir que no existimos si alguien no nos ve existir. De hecho vivir circundado de amigos produce el efecto de confirmarnos en nuestra identidad.
El cariño que los amigos nos regalan tiene el poder casi mágico de despertar lo más íntimo de nuestra realidad.
A veces un comentario, una broma o un desacuerdo ponen al descubierto nuestras manías, nuestros límites o nuestras virtudes, y quien lo hace demuestra que nos conoce y nos acepta así como somos. Sabemos que podemos pensar en voz alta sin miedo a ser juzgados, tenemos la certeza de que en el fondo se nos comprende y que nuestras rarezas no son tan escandalosas. El cariño de los amigos no depende de nuestro aspecto físico ni de la posición social que ocupamos.
Me ha sorprendido encontrar en un texto de Confucio, escrito cinco siglos antes de Jesucristo, la lista de las relaciones interpersonales. En su escrito, evidentemente sustanciado en la tradición cultural china, enumeraba los cinco tipos de relaciones interpersonales: la relación entre emperador y súbdito, entre padre e hijo, la relación entre hombre y mujer y la relación entre hermano mayor y hermano menor. Cuatro tipos de relaciones de tipo jerárquico, entre superior e inferior. Sin embargo una quinta relación no es jerárquica, se produce entre iguales: es la amistad. La amistad es una igualdad armoniosa. Tengo la fortuna de haber tenido en la vida grandes amigos, algunos ya no están porque han emprendido en estos años, el último viaje. Los que aún conservo son amigos en las buenas y en las malas. Siempre dispuestos a escuchar primero. Siempre dispuesto a confiar y a dar lo mejor de ellos. Sin la amistad, el mundo es un desierto demasiado árido. Alberto Moravia, un escritor italiano que he leído mucho en mis años de estancia en Italia, decía en una de sus obras que la amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea.
En la imagen con mi amigo Mite Balduzzi en Nueva York (1982)