Al término de tres décadas he vuelto a las colinas toscanas que fueron testigo de mi juventud. Vagamente he buscado en un caserón amarillo y poco rectangular los retazos de mi piel que allí perdí en la afanosa construcción de aquel presente que era flecha de mi vida. Busqué mi sombra en la frescura de sus estancias, busque mi mirada en el intemporal encanto de su jardín, busqué mi voz en el canturreo de los pájaros que revoloteaban cerca de su tejado. Escudriñé en la lluvia, en el crepúsculo y en el viento los sueños que me alimentaron. Miré en las ventanas por si encontraba el vaho que en los días fríos mojaba los cristales y que en aquellos años juveniles me hacían pensar que eran las ventanas las que lloraban y no mis ojos. Muchas noches las he resumido en mi memoria mirando el techo estrellado de una sola noche, muchos días los he resumido en los rostros y en la mirada de mis amigos que más allá de los años y del polvo del camino acumulado en sus zapatos, seguían subiendo montañas y atravesando ríos. Recordé que viví sensato, casto y prolífico, cada minuto de aquellos años que fueron fecundos y abundantes. Vivía sin paraguas y sin paracaídas. Viajaba liviano sin apegarme a nada. Aprendí a caminar descalzo para sentir mejor la tierra bajo mis pies. Corría riesgos por mis amigos y me acostumbré a sopesar solo los problemas reales, no los imaginarios. Mi fantasía exuberante y rica me regaló frutos que degustaron muchos. Encontré la inagotable fuente del “pensar juntos” que saboree a menudo como se toma un buen vino. Un “norte común” de nuevo hoy se me revela y vuelvo a ser explorador que acepta la incomodidad de las razones, la sombra vaciada de las tentaciones, el límite del cuerpo y de la enfermedad y el relativismo circundante, sin renunciar a ese camino andante que hay en mi interior. . Siendo “cachorro” en el inmenso vergel de nuestro planeta, ser al mismo tiempo como esos “ángeles de tierra” que recuerdan a los demás seres humanos que aunque la noche sea oscura, si alzamos la mirada siempre podremos contemplar un chispear de estrellas.