En estos tiempos el sustantivo  “cambio” es quizás uno de los más usados en el ámbito empresarial. No es la primera vez que esta palabra se erige como bandera  tras un periodo de crisis. Hace unos años tuve la ocasión de comprender mejor su significado leyendo una conferencia de Charles Handy, uno de los gurúes más influyentes y conocidos de Europa. Fue una importante lección que atesoré y que aún hoy me sigue inspirando.  Para quien no recuerde a este personaje,  tengo que decir que nació en Irlanda en 1932, se formó en historia, filosofía y estudios clásicos en el Oriel College de Oxford, fue un intelectual polifacético, que incluso llegó a tener un programa de radio en la BBC: “Thoughts for Today”. Handy sostenía, en la década de los noventa que para poder entender la  palabra cambio no había que dar nada por descontado y que las empresas que no lo aplicaran con todos sus matices se estarían condenando a ser expulsadas del mercado. Handy ha usado a menudo metáforas y en aquella ocasión contó una de ranas: “Había una rana que como todas sus semejantes sabía adaptarse muy bien a los cambios de temperatura. Alguien la puso en una olla de agua fría y fue calentando poco a poco su contenido. La rana no se agitó lo más mínimo porque se sentía cómoda en esa lenta continuidad. Fue de este modo que se dejó cocer viva: no se dio cuenta de que el cambio continuado en un determinado momento se convierte en discontinuo y todo muta y  demasiado rápidamente para poder reaccionar a tiempo”.

La moraleja vino a continuación: “Vivimos en una época en la que los cambios llegan  diversamente de como lo hacían en el pasado. No siguen una línea continua y un esquema preciso que evidencien  una fractura”. Hoy, yo añadiría, incluso  los cambios menores  son lo que inciden más en la vida empresarial y económica, aunque momentáneamente pasen inobservados por la mayoría. “Muchos cambios pueden ser una ruina si nos cogen desprevenidos”. Handy, en aquella conferencia, después de descifrar la moraleja tranquilizó a la audiencia: “no hay que tener miedo porque el futuro no es ineludible, podemos influenciarlo si sabemos lo que queremos. Para saberlo quizás tenemos que hacerle caso a George Benard Shaw, para el que el progreso depende del hombre “irrazonable”. Es decir, de testarudos, que a diferencia de las personas razonables que se adaptan al mundo, insisten en buscar adaptar el mundo a ellos mismos. Y de este modo descubren caminos nuevos, en el ámbito social y económico”.

En esta edición proponemos una entrevista con el nuevo presidente da la CEA, Javier González de Lara y Sarria; en sus respuestas también nos habló de cambio. Insistía en que también las pequeñas y medianas empresas andaluzas tienen la oportunidad de situarse en una posición competitiva en el contexto de un mercado global aplicando cambios, pero ello sólo se conseguirá con una apuesta decidida por la innovación en todos los campos. De hecho, de la nueva cosecha de emprendedores, están naciendo muchas pymes que, reconociendo que sus proyectos no pueden avanzar con el poco capital y las pocas fuerzas con las que han nacido, apuestan por un núcleo central que con ganas e ilusión coordina otro  grupo de especialistas y colaboradores externos. Son empresas quizás más pequeñas, más jóvenes, con organigramas flexibles, menos jerárquicos que apuestan por la innovación y donde las nuevas tecnologías son las herramientas que permiten desarrollar la actividad con renovada eficacia. Están progresando porque se han metido en la estela de los nuevos vientos. Nada de lo que fue vuelve a ser, nada de lo que fue antes de la crisis volverá. Como decía Kennedy, el cambio es ley de vida. Cualquiera que sólo mire al pasado o al presente, se perderá el futuro.

Manuel Bellido

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por @mbellido

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