La crisis ha mordisqueado las vacaciones de mucha gente este año. Se han reducido los días de relax en la  playa y en la  montaña, se han acortado las distancias de destinos, y por supuesto, se ha gastado menos, en hoteles y restaurantes.  Una especie de nueva escasez avanza como una epidemia  y obliga a muchas familias a cambiar costumbres y hábitos, entre estos, el de las vacaciones, que para muchos significaban hasta ahora, hacer un viaje, alquilar un apartamento,  instalarse en un buen hotel,  comer diariamente en restaurantes, alquilar una barca, etc…

Las vacaciones hasta ahora, casi siempre se han asociado a este tipo de experiencias. Sin embargo,  muchos  conocidos y amigos me han dicho, que este año, teniendo que renunciar a muchas de estas cosas, se han adaptado a las circunstancias, pero han conseguido, haciendo un programa más económico  o quedándose en casa, la misma recarga psicológica o de serenidad que necesitaban.  Ayer me decía una amiga que había renunciado al viaje, que anualmente hacia en estas fechas por falta de dinero pero que sus vacaciones en casa, le habían permitido descubrir aficiones que no sabía que tenía y, que una visita de dos días a su pueblo natal, le habían recordado tiempos felices de su infancia que le habían hecho desconectar de la rutina y la habían reconstruido en su interior nuevos propositos.  El objetivo de las vacaciones es renovarse espiritualmente y físicamente.

Es normal, que habiendo  dejado atrás los ritmos diarios de trabajo, los compromisos, los horarios  y el estrés de ciudad,  emerja en nuestro interior  una especie de llamada a entrar en nosotros mimos y revisar nuestra situación personal.  Es una ocasión que no hay que perder. En la playa, en la montaña, acariciados por la briza marina o haciendo senderismo, en casa desayunando más tarde de lo habitual o caminando por  las calles desierta de nuestra ciudad, lo importante es mantener una actitud positiva y optimista.  Lo primero que hay que aceptar es que las vacaciones no van eliminar por arte de magia la fatiga, el estrés o las heridas psicológicas acumuladas durante el año, resolviendo todos nuestros problemas. Sería absurdo pensar que las vacaciones son el resarcimiento por el cansancio de haber trabajado. Empezar con esa actitud las vacaciones es empezar con mal pie, primero porque sería imposible conseguirlo y segundo porque esa actitud en sí ya es depresiva. Las vacaciones no pueden borrar ni las frustraciones de la vida cotidiana ni las del trabajo.  En todo caso aliviarán nuestro cansancio.

Habría que alternar el otium de los romanos de la edad clásica, que significaba, ausencia de esfuerzo, de tráfico, de tensión y atenciones, con la meditatĭo, para ordenar nuestra casa interior y poner las bases para  afrontar mejor el nuevo curso.

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com