Ayer las redes sociales se atiborraron de mensajes que atestiguaban cuanta gente en España profesa el hábito y el amor por la lectura. Así que durante todo el día me resonaba en la cabeza una frase de Nicolás de Avellaneda: “Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él” Era 23 de abril, día de San Jorge, se celebraba el «Día del Libro» y era una ocasión para animarnos entre todos a leer más. En España se publican cerca de 80.000 títulos al año, lo que significa una muy buena oferta apta para todos los gustos y proporcionar muchos momentos de delectación. La lectura es distribuidora de argumentos y utilísima cuando con ella se medita. Me ha sucedido a menudo, que raptado por el argumento, he tenido la sensación de sentir el cuerpo dormido y ver el alma salir de mí, yéndose de viaje. Las biografías me hacen sentir contemporáneos de esos personajes, habitantes momentáneos de las tierras donde vivieron. Me ponen en situación de comprender mejor porque las cosas ocurrieron así. Es apasionante recorrer el camino de la Historia con sus protagonistas y comprender porque todo comenzó a cambiar en su entorno gracias a sus hazañas, vivencias, descubrimientos, conquistas e iniciativas. También tengo que confesar que después de leer algunas biografías he tenido la tentación de juzgar a ciertos personajes no merecedores de haber ocupado un lugar en la Historia. Mi hallazgo en las biografías es seguir determinando en mi vida un recorrido por un camino de búsqueda, un camino de exploración tenaz y perpetua. Leer la Historia a través de las biografías es como encontrar un mapa, una brújula, varios destinos y una cantimplora para apaciguar de vez en cuando la sed.
Las biografías son tierras a la vista, retos y desafíos, sus personajes nos invitan siempre a soltar lastre y emprender nuevas travesías. Las tres últimas que me invitaron a navegar fueron la de Pascal, Giordani y Mao Zedong.