Viendo imagines de personas que viven en zonas donde los conflictos bélicos y el terrorismo campan a sus anchas se ven rostros traumatizados, heridos y exhaustos. Muchos pueblos están cansados de tanta violencia. El mundo no puede seguir soportando tantas guerras. La humanidad ha ido escribiendo una historia repleta de beligerancias y de exterminios. Además, en esta década que estamos viviendo, como en los peores momentos de la historia, lo más contradictorio es que gente sin escrúpulo instrumentaliza el nombre de Dios.
Lo peor es que este monstruo diabólico está devorando a los más débiles y desfavorecidos; a mujeres, ancianos y niños que nada saben y que nada quieren saber de estos absurdos conflictos y de ese sucio tráfico de armas que enriquece a cobardes que nada arriesgan y que nunca pierden. Lo que más me indigna es que las grandes organizaciones internacionales, se movilizan solo cuando el terror asoma su patita debajo de la puerta de Occidente. De la protección de los vulnerables en los conflictos armados de África pocos se ocupan.
La guerra genera guerra y los atentados terroristas parece que están calculados para generar una reacción que radicaliza el odio y ahonda en la desconfianza.
Por ese motivo se acoge con esperanza la noticia que España se haya ofrecido para albergar una cumbre entre la Unión Europea y los países de la Vecindad Sur con el objetivo de contribuir a «estabilizar» la región para evitar el avance del extremismo islámico. Será un modo de sembrar en ese terreno de violencia indiscriminada alguna semilla de paz.
Todo el esfuerzo que se haga por liberar al mundo de ese fanatismo, fuente de injustificables pretextos para el terrorismo será el abono para un desarrollo integral de muchos seres humanos de esas zonas teñidas de rojo y en definitiva un desarrollo solidario de toda la humanidad.
En estos tiempos como en todos los tiempos, bienaventurados son los que buscan la paz.