El periodismo es uno de los ámbitos que más se ha dejado arrollar por los avances tecnológicos en los últimos tiempos. Internet en los últimos años ha puesto en crisis a muchos medios, y al mismo sistema informativo, entre otros motivos, por ser un sector donde ética y deontología necesitan reposicionarse constantemente para sustentar dicha actividad. Recordamos todos un hecho de 1998, donde precisamente internet contaminó uno de los mecanismos sobre el que se funda el sistema informativo. Se trataba del escándalo de Bill Clinton con la famosa becaria de la Casa Blanca.
Un medio de comunicación de Internet, gestionado por una sola persona da la noticia y esta da la vuelta al mundo. Sin embargo una cabecera consolidada como Newsweek, conocedora de la noticia, espera a dar la exclusiva, para poder confirmar su veracidad, antes de publicarla. Aquí se rompe, precisamente, en modo sustancial un modelo ético y deontológico en la que la información pasa de ser de propiedad del periodista y del periódico para ser comunicada al publico solo después de acertarse de su veracidad, a convertirse en objeto disputado, que el mismo público puede hacer circular a toda velocidad por la Red, incluso sin su verificación.
Con las redes sociales, la revolución también ha sido tremenda. Si en el pasado la publicación del artículo en un periódico daba por concluida la labor del periodista, ahora ese mismo acto se vuelve a convertir en punto de partida. El público interactúa, critica, comenta en tiempo real a través de un sistema que obliga al periodista a cuestionarse de nuevo el trabajo realizado. ¿Qué nos espera en los próximos años? Los avances tecnológicos están teniendo efectos no solo en el estilo de vida y en el comportamiento de los lectores, los avances están irrumpiendo en las redacciones y en su sistema de trabajo. El reto para los medios es diario, y aquí está claro que como en otros asuntos se trata de renovarse o morir.