Una lectora de este blog me escribía anoche después de haber leído mi artículo sobre las dos chicas violadas y asesinadas en India. Se preguntaba cómo era posible que una y otra vez se siga cometiendo el mismo pecado contra la vida con la complicidad de quien debería velar por la seguridad de las personas, refiriéndose a los policías. “Enésima lucida y cómplice locura”, denominaba está amiga este horrendo crimen. Comprendo la inmensa indignación de ella y de muchas otras personas de bien. Ante determinadas locuras nos quedamos sin palabras. Es una vergüenza para el género humano. No existe consideración para quien con toda impunidad decide el destino de otro ser humano.   Comprendo que para los vecinos de aquella población donde se ha cometido este perverso crimen son días de rabia y de dolor. También para nosotros. Por supuesto, no pueden ser días de silencio.  Nadie tendría que callarse o mirar para otro lado. No es un hecho aislado. No es la primera vez. Es más, en muchos lugares del mundo en este mismo instante, se estará cometiendo el mismo crimen.  La imagen de las dos adolescentes ahorcadas de ese gran árbol, rompe el alma y la inunda de una inmensa tristeza. El Mal existe. Un mal que nace cada vez que usamos nuestra libertad no para producir bien, sino para buscar un fin egoísta que implica dañar a otro ser humano.

por @mbellido

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