La falta de trabajo, las desigualdades sociales, culturales y económicas, la quiebra de empresas, el fracaso de muchos autónomos y emprendedores, la educación sin un rumbo coherente, la debilidad del gobierno en todos los frentes y los palos de ciego de los sindicatos para dar cariño a Zapatero están produciendo una herida en el país. La sociedad y los ciudadanos no tienen a mano remedios para curarlo. La sociedad ya ni se escucha a sí misma, sindicatos y partidos políticos la han ensordecido con cantos de sirenas y han logrado enmudecerla con medios de comunicación que escriben al dictado. La voz de hoy no es la voz de la ciudadanía. La huelga general, impuesta con intimidación por parte de los sindicalistas a sueldo, está paralizando las grandes ciudades. La mayor parte de la gente quería ir a trabajar, entendía que esta huelga no servía para nada y, sin embargo, no ha podido entrar en sus empresas gracias a la masilla y al pegamento que han colocado los que tenían solo que informar, no han podido atravesar la ciudad en los transportes públicos porque en las cocheras los piquetes habían impedido su salida para prestar los servicios mínimos.
Las acciones de los hombres son las consecuencias de sus principios y el ejercicio de la coacción va contra el respeto de la libertad. Si los principios son equivocados también las acciones serán injustas. Las acciones de esta huelga con esos piquetes “informativos”, el pegamento y la masilla y toda la parafernalia que se ha puesto en marcha para evitar que las ciudades funcionaran con normalidad provienen de principios equivocados.
Amargo triunfo el de los sindicatos que si no se emplearan a fondo como están haciendo hoy llevarían a la huelga solo a los liberados sindicales y a pocos más. El país está herido y los ciudadanos ven la huelga como un paripé, no como un remedio. Zapatero quería presumir de una huelga general para demostrar que sus medidas eran las oportunas, los sindicatos querían también presumir de la defensa de los derechos de los trabajadores realizando una demostración de fuerza. ¡A buenas horas mangas verdes! Ni uno ni otros son creíbles ya. La gente sabe que la movida no va contra el Gobierno, sino contra los empresarios y un partido que lleva más seis años en la oposición y que ejecuta decretos leyes. Absurdo. Aunque las ciudades se paralicen la huelga no es un triunfo. Han chocado dos derechos, a la huelga y al trabajo, pero no en igualdad de condiciones. Las herramientas altamente disuasorias que han empleado los sindicatos son viles juegos sucios que no engañan ni a los pollos.
Agrio y triste triunfo señores sindicalistas.
Han dicho hoy:
– Victoria Prego (periodista): «Los sindicatos están buscando una huelga que no sea un fracaso pero que tampoco arrase», «es una huelga controlada»
– José Antonio Segurado (tertuliano Cope): «Es un triunfo absoluto de la gente que ha decidido ir al trabajo»
– Bieito Rubido (ABC): «Los primeros datos que estamos manejando demuestran que la huelga está siendo un gran fracaso»
– Iñaki Gil (tertuliano Cope): «Los sindicatos no han ido a por todas porque no existe un clamor en favor de la huelga»
– Casimiro García Abadillo (El Mundo): «Esta huelga pasará a la historia por la presión sindical en la calle: han puesto toda la carne en el asador»
– Amando de Miguel (sociólogo): «Los (piquetes) que ejercen la coacción tendrían que ir a la cárcel»
– Ángel Expósito (periodista): «Esta huelga no ha triunfado pero que el Gobierno no lance las campanas al vuelo porque en la calle hay sensación de cabreo»
– Matías Vallés (tertuliano SER): «Hay muchos trabajadores que no participan de la huelga porque no se la creen, porque advierten un tongo»
– Vicente Jiménez (tertuliano SER): «No creo que sea una huelga pactada»
– Enrique Gil Calvo (tertuliano SER): «Yo apostaría a que esta sea la última huelga general en España porque las huelgas generales en pleno Siglo XXI son ya un anacronismo»