En China, donde el 14 por ciento de la población tiene más de 65 años, han introducido alguna ley  el verano pasado -así me contaba un amigo de allí- para que los hijos puedan ir a visitar a sus padres ancianos a menudo, proponiendo a los empresarios que den al menos 20 días de vacaciones a aquellos trabajadores que tienen a sus padres lejos de la ciudad donde trabajan. El tema ha suscitado debate y muchos contestaban que el amor filial no puede convertirse en tema susceptible de legislación.  Otros como el profesor Xiao Jinming de la Shandong University, uno de los que han contribuido al desarrollo de la ley, afirmaba que “la legislación, de alguna manera, pretende subrayar el derecho de nuestros ancianos a pedir apoyo emotivo; con la ley pretendemos enfatizar esa exigencia”

Debatir en China sobre si el Estado deba o no entrometerse en la vida de las familias es típico de una socialdemocracia europea. En el fondo estas indicaciones estructurada en leyes  sobre obligaciones filiales  hacia los padres ancianos  hablan del drama de un país magnificado por su PIB y por su crecimiento económico  pero poco  observado desde el punto de vista del envejecimiento de su población y los dramas que comporta, (situación determinada  sobre todo por la leyes relativas al imposición sobre las familias del “hijo único”), o por el éxodo de millones de personas desde las zonas agrícolas a  las zonas industrializadas con todo lo que eso comporta.  Situación que en España y en general en el sur de Europa apenas se da. Hoy son muchas las familias que viven reagrupadas, los hijos abandonan muy tarde la casa paterna o no salen nunca, los abuelos cuidan a los nietos y, en muchos casos, sostienen económicamente a enteros núcleos familiares. En muchos casos son los abuelos ancianos, lo que cuidan, cocinan y sostienen a los jóvenes. Es España en la actualidad según determinadas fuentes, la pensión de los abuelos supone el principal sustento de 300.000 familias, pero no es solo una cuestión económica, es también una cuestión afectiva y de apoyo moral, en unos años en que la crisis ha dejado a mucha gente sin trabajo y con la moral por los suelos. Muchos de nuestros abuelos están demostrando que la tercera edad es aquella en la que todavía se es joven, aunque con más sabiduría pero con mucho más esfuerzo físico. No seremos nunca conscientes suficientemente de que tesoro son nuestros mayores.

por @mbellido

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