Conocí a un artista en los años 70 cuya obsesión era el sueño de una ética. Un sueño que intentó plasmar durante toda su vida en cada obra que salía de sus manos. Ya anciano, a veces, vivía de confusiones; perdía la cuenta de los días, el sentido de lo que hacía y decía pero se resistía a aceptarlo.  Escribía diariamente en un grueso cuaderno  de tapas negras una especie de diario. A menudo yo lo visitaba  para hacerle compañía y llevarle fruta o dulces. Para recompensar mi obsequio me leía algunas páginas de su diario.  Mientras lo hacía siempre me pregunté si este hombre de cabellos blancos y mirada celeste era el autor o solo un lector de su propio diario. La obsesiva repetición de su sueño en cada página, permeaban las páginas de una cierta inmovilidad donde todo era presente o futuro, donde no existía el pasado.    Quizás era un modo de expresar el sentido de su vejez, de no querer mirar atrás, de no recordar lo vivido para no precipitar en el ocaso. En realidad, pensaba yo,  tenemos un pasado si queremos tenerlo, en la medida que lo recordamos o se proyecta de recordarlo. Su diario, de esta manera, podía convertirse en un sistema para confundir la memoria, una solución expresiva, un modo para meter vigor y fuerza a un deterioro físico y mental inevitable. El diario era una especie de brecha que daba al exterior; una salida  para abandonar el desmoronamiento de la vitalidad.  Buscaba su supervivencia en una técnica de resistencia, en un drenaje doloroso del pasado. Comprendí y comprendo la fuerza de la escritura. Escribir es también como decorar la vida, escoger lo que más nos atrae y rechazar lo que no nos gusta para condicionar o no condicionar nuestros pensamientos.  Esto sucede también en cultura, economía o política… Hay quien escribe capítulos futuros sin tener en cuenta ni el pasado ni el presente. ¿Verdad que todos pensamos en Artur Mas. Este señor esconde su fracaso pintando un futuro sentimental que en realidad no quiere. Elude sus responsabilidades intentando de nuevo el chantaje y desafiando con cara seria toda norma.  Hay cosas que no se pueden esconder, el dicho popular dice que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. La motivación primordial de su progresivo independentismo no es otra que  la monetaria y la de conservación del poder.  Un modo de poner el tapón para no precipitar por algún desagüe.

por @mbellido

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