Κάθαρσις: catarsis

He tenido ocasión de ver hoy el video de una representación de Edipo Rey, en un Festival de Teatro Clásico y aún sigo emocionado. En la antigua Grecia nació un género teatral inspirado en los ritos y representaciones sagradas que se hacían en esos territorios y en Asia Menor. Asistir a una obra de Esquilo, Sófocles o Eurípides no solo nos emociona también nos ayuda a comprender y a comprendernos. Los temas tratados no pasan nunca de moda. Esperanzas, miedos, frustraciones, infortunios e ilusiones son desde el alba de los primeros seres humanos razonantes que habitaron la Tierra hasta nuestros días, las realidades que nos acompañan. Las tragedias han afrontado las cuestiones fundamentales de la existencia, esas que hoy provienen de la crisis económica, de los desamores, de la perdida de los seres queridos, de los desatinos emocionales, de las animadversiones y todos aquellos sufrimientos que ahogan el alma humana en ciertas circunstancias. Las tragedias griegas nos enseñan a sufrir conociendo y a conocer a través del sufrimiento. Conocernos y conocer el mundo que nos rodea. La tradición atribuye a Tespis la primera composición trágica. Aristóteles que realizó el primer estudio crítico de la tragedia en la Poética decía: “La tragedia es por lo tanto imitación de una acción noble y terminada […] la cual por medio de la piedad y del miedo termine con la purificación de tales pasiones”. La tragedia al final termina aportando consuelo, el consuelo de experimentar la catarsis que libera al alma de esas mismas emociones que se representan, en un contexto sagrado. De hecho la tragedia se consagraba a Dionisio, el dios de la vid y de la yedra, del delirio, del entusiasmo, del éxtasis, de la danza, de la tragedia y de las fiestas. Mientras hoy la TV suscita morbo y violencia, la tragedia ofrecía y ofrece a través de la catarsis, una evolución espiritual y sobre todo sabiduría para vivir.