A menudo, cuando algunos sectores cristianos han expresado su opinión sobre algún tema de actualidad o sobre las intenciones del gobierno de aprobar alguna ley que pudiera afectar a la familia o a la vida, hemos escuchado desde otros sectores o desde el mismo gobierno la acusación de invasión de campo. Argumento de poco peso, ya que a ver quién es el inteligente que sabe encontrar esa red virtual que divide los dos terrenos de juego o los dos equipos con las dos equipaciones de camisetas diferentes. Por tanto hablar de confines y de campos significa meterse en un terreno resbaloso.
Más bien parece que lo que se pretende es que aquí todos nos expresemos con un lenguaje tan diplomáticamente genérico y “correcto” que no exprese de ninguna manera lo que sintamos.
En fin, que hablemos pero sin decir nada.
Ha ido calando un mensaje en la sociedad en los últimos años destinado a hacer entender que la armonía ideal social es posible sólo en un ámbito laicista donde la religión sea un factor puramente personal y que una identidad religiosa más fuerte es un obstáculo en una sociedad madura y tolerante en las diversidades y en los gustos privados. Y ya tropezamos con la primera confusión. La palabra laico asume cada vez significados más confusos. Un laico siempre ha sido un creyente no perteneciente al clero. Hoy, laicidad o laico ha pasado a ser algo así como un conjunto de tendencias que propugnan la completa independencia y autonomía del Estado en relación a las confesiones religiosas. Además con los añadidos y connotaciones siguientes: negación de verdades reveladas, rechazo de las instituciones que las defiendan y reivindicación de la razón como única fuente de conocimiento. Si queremos ir más lejos en nuestras reflexiones notamos que en las religiones monoteístas el laicismo que surge en cada religión es distinto. No es el mismo que nace en el catolicismo que el que surge en el judaísmo o en el Islam.
Pero, volviendo a la polémica sobre esas supuestas invasiones de campo que se producen cuando alguien que no es del Gobierno opina sobre cuestiones éticas, observo que muchos se agarran a la frase de Jesús: “dar a Cesar lo que es de Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Una frase que precisamente no marca ninguna frontera, simplemente afirma que un cristiano tiene que ser al mismo tiempo un ejemplar ciudadano y un excelente hombre de fe.
Por mucho que los políticos se calienten la boca exigiendo silencio y aprobación sin reproche a cualquier pensamiento que se les ocurra y posteriormente las acusaciones pasen a manchar portadas de periódicos y a acumular minutos en los telediarios gubernamentales, la sociedad no puede permitirse el lujo de cerrar las puertas a una participación activa de la comunidad cristiana. Europa tiene en su raíces esas semillas y lo quieran algunos o no, poner en primer lugar al ser humano como propone el humanismo cristiano puede ser la inyección de moralidad que la vida civil actual está reclamando para la Economía y para la Política. Mucho más avanzaría España, si el gobierno dejara de marear a la sociedad con discursos vacíos y promesas que nunca cumplirá y se dedicara a servir a los ciudadanos, poniendo su bienestar al centro de sus objetivos.

Manuel Bellido

por @mbellido

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