Después de un mes de vacaciones fuera de nuestra tierra, un año más he vuelto a probar la misma emoción cuando he puesto los pies en Andalucía. Me excita volver, aunque no me guste del todo esta Andalucía del presente y mi Andalucía sea una Andalucía ideal, una Andalucía que no existe, que quizás haya existido o existirá en algún otro momento histórico, pero que ahora vive desenfocada.

Escritores, políticos, compañeros de profesión recuerdan, de vez en cuando, las glorias antiguas de esta región y los siglos radiantes que la vieron brillar con luz propia. Lo hacen porque probablemente aquellas luces fugaces se apagaron sin esperanza y, sorprendidos, se preguntan por los motivos que nos han regalado a viajar en los últimos vagones de las regiones europeas. Sin embargo, todos conocemos cómo se desenvuelven los ciclos históricos. Los grupos étnicos y los pueblos tienen su edad y viven sus cuatro estaciones, a veces, envejeciendo sin remedio y permaneciendo en un interminable invierno si no se reacciona adecuadamente y a tiempo.

Andalucía ha envejecido y hay que sacar las consecuencias.

Nadie inscribe a un anciano en una competición de atletismo para que dispute con jóvenes una carrera de cien metros. Andalucía no está hoy en condiciones de competir con otras regiones europeas que en estos momentos gozan de mayor vitalidad y optimismo. Toda la sociedad andaluza tendría que tomar conciencia de esta realidad y, sin caer en el victimismo, trabajar por rejuvenecer nuestra autonomía, nuestras instituciones, nuestros modos de emprender, los modos de gobernar y de entender la sociedad y la política.

La ancianidad siempre es digna de respeto y bien llevada puede dar grandes satisfacciones, mas no nos engañemos: en las condiciones en las que estamos no llegamos a ninguna parte.

Andalucía necesita una primavera.

Aunque nos hablen de una segunda modernización muchas cosas siguen y seguirán oliendo a naftalina, sin un giro de tuerca, en contenidos y formas. Si Fernández Marugán pronosticaba a mediados de agosto un inexorable empobrecimiento de España., ¿qué significará esto para Andalucía?

Quien ha ganado las elecciones no puede hablar así, tiene el deber de transmitir optimismo, poner en marcha medidas para que la economía no pierda cuota, dar confianza a los empresarios. Todos estos pronósticos fatalistas envejecen y permiten que se sigua proyectando en el exterior una imagen inmovilista y anclada a nuestro peor pasado. En otros países, a veces, se nos percibe así. Odio oír hablar mal de este trozo de España que es Andalucía, es algo que hiere de muerte mi orgullo patriótico que, por mucho que me sienta ciudadano del mundo, conservo intacto

por @mbellido

La web del periodista Manuel Bellido Bello con opiniones, artículos y entrevistas publicados desde 1996. Manuel Bellido https://en.gravatar.com/verify/add-identity/09e264a7e3/manuelbellido% 40manuelbellido.com